El 17 de abril del año 1938, día de Pascua de Resurrección, el Papa Pío XI proclamaba Santo a Juan Leonardi (1541-1609), fijando como fecha de la memoria litúrgica en el calendario universal de la Iglesia el día 9 de octubre. El martiriológico romano reporta para este día esta memoria: “En Roma San Juan Leonardi, Confesor, Fundador de la Congregación de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios, Ilustre por las fatigas y por los milagros. Por su obra fueron instituidas las Misiones de la Propaganda Fide”.
El texto fue insertado por el Papa León XIII en el martiriológico después de su beatificación, que tuvo lugar en el año 1861. Tal privilegio, según atestiguan las fuentes, venía concedido sólo a los pontífices proclamados beatos. Este gesto de León XIII quiere significar el fuerte vínculo que el santo luquese tuvo con la ciudad de Roma y con la Sede de Pedro. “Ilustre por las fatigas y por los milagros”, un binomio que acompaña las biografías de todos los santos, pero que posee la característica de la singularidad, ya que los signos con los cuales Dios glorifica a sus siervos, manifiestan su sorprendente creatividad.
Para respaldar la veneración de un Siervo de Dios, la Iglesia tiene criterios bien claros. Uno tiene que ver con la memoria y la fama de santidad. En el caso de Juan Leonardi, su memoria jamás fue apagada de la mente y del corazón de los fieles. Aquí toman importancia, de hecho, “los milagros”.
En el archivo de la Postulación de la Orden de la Madre de Dios se conservan los testimonios de algunos signos prodigiosos, obrados por la intercesión de San Juan Leonardi. Algunos de ellos han sido aprobados por las competencias de la autoridad eclesiásticas para los procesos de beatificación y canonización.
Primer milagro: Francesco Maria Febei
El primer milagro aprobado por la intercesión del Siervo de Dios Juan Leonardi, como consta en los procesos, fue aquel recibido por Francesco Maria Febei, noble de Orvieto, residente en Roma en el año 1712. Afectado por una grave gangrena en la pierna derecha, que sí o sí en pocos días lo conduciría a la muerte. Acongojado por este pensamiento y ante el padecimiento de fuertes dolores, ordenó a uno de sus empleados llevarle un libro de su biblioteca. A la suerte saca la biografía del Padre Juan Leonardi de Lucca. Fabei cautivado por la santa figura del Siervo de Dios y de sus iluminadas virtudes, pone en la parte gangrenada de su pierna la imagen de Leonardi que aparecía en la biografía. Inmediatamente constató un mejoramiento y quiso dirigirse hacia donde estaba la tumba del Siervo de Dios en la Iglesia de Campitelli, en Roma. Descubierta la pierna de las vendas, constata que se encontraba completamente sanada de la gangrena.
Segundo milagro: Ángela Aloisi
El otro milagro tuvo lugar en el año 1821 y se manifestó en una mujer llamada Ángela Aloisi. Desde el año 1810, esta comenzó a sufrir fuertes dolores bajo la mama izquierda. La dama enferma atribuyó el mal a las graves preocupaciones y a los sufrimientos padecidos en torno a un empleo ejercido en el seno de una familia, en años precedentes. Con el paso del tiempo, el edema y la hinchazón le provocaron innumerables crisis de dolor y de agotamiento. Luego esto comenzó a afectarle toda la zona del vientre. A este punto, los médicos le aconsejaron que recibiera los sacramentos ante la imposibilidad de curación.
El párroco de la Iglesia de Campitelli, en cuyo territorio la mujer vivía, junto a la recepción de los sacramentos y el viático, le llevó y acercó una imagen con la reliquia del Siervo de Dios, y la invitó a cumplir un septenario de oraciones. En el mismo día, comenzó a percibir una mejora. Se levantó de la cama y se dispuso a realizar los quehaceres domésticos. Sintiendo sonar la campanilla se acerca a la puerta y se encuentra con el médico, quien queda maravillado de verla bien y en pie. Este afirmó: ¡Sólo un milagro pudo producir tal efecto! Recuperada la salud y el ánimo, a la mañana siguiente se dirigió a la Iglesia de Santa María in Campitelli para dar gracias al Señor porque, por medio de la intercesión del Venerable Juan Leonardi, la había liberado de tal enfermedad.
El Beato Juan Leonardi
El 8 de marzo del año 1861 la Congragación para la Causa de los Santos tuvo la última sesión de aprobación de los milagros y el Decreto fue publicado el día 27 de mayo en la Iglesia de la Vallicella, delante de los restos de San Felipe Neri, quien había sido amigo, defensor y padre espiritual del Siervo de Dios. El Papa Pío IX beatificó a Juan Leonardi el día 11 de Noviembre del año 1861.
En el año 1934 la causa vino retomada por el P. Gioacchino María Corrado, quien fue por mucho tiempo Postulador, y por la Sra. María Luisa Kuefstein, noble Oblata de Tor de Specchi, quien impulsada por el santo deseo de ver la glorificación y por la devoción que tenía, manda a confeccionar el baldaquín que se custodia cercano a su altar.
Tercer Milagro: Sacerdote Gennaro Nappi
Para la canonización de Leonardi eran necesarios otros dos milagros. El primero recae sobre el Sacerdote Gennaro Nappi en el mes de mayo del año 1832, quien estaba afectado por una úlcera varicosa que le estaba provocando una gangrena en la pierna izquierda. Este es el testimonio del médico que recuerda el evento con estas palabras: “Una tarde decide poner sobre la pierna enferma la figura del Beato; a la mañana siguiente estaba completamente sanada y llamándome a su domicilio pude constatar que la lesión estaba cicatrizada”.
Cuarto Milagro: Vittorio Lamberti
La otra curación que tuvo las mismas características de inmediatez se refiere al pequeño Vittorio Lamberti de Nápoles, quien sufría de «Osteomielitis flemonosa del fémur izquierdo» desde los tres años de edad. En el mes de febrero del año 1926, las condiciones se complicaron con infecciones, al punto de llegar a septicemias y fiebres altísimas que condujeron al pequeño al estado comatoso.
Era la tarde del 9 de febrero y el doctor Vitali, médico de la familia, consternado por esa situación pide ayuda al doctor De Gaetano de la Universidad de Nápoles. A juicio del médico, la gravedad del mal era letal. Mientras acontecían estos hechos, la tía de Vittorio, Ernestina de Cicco, acude al altar del Beato Juan Leonardi en la Iglesia de Santa María in Pórtico a Chiaia (Nápoles). Estas fueron sus palabras dichas desde el dolor y desde la fe: “Oh, Beato Juan Leonardi, me debes hacer esta gracia que te pido con todo el corazón y con toda la fuerza de la devoción que te tengo. Si este niño, como consecuencia del mal, debe ser un infeliz, llévatelo; si no es así, sánalo completamente y da la paz para sus padres”. La misma tarde, a las 18:00 horas, después de la visita del médico, se verificó una improvisada y rapidísima mejora: cesó la fiebre y al día siguiente los médicos, estupefactos, lo declararon sanado.
El Beato Juan Leonardi fue inscrito en el libro de los Santos el Día de Pascua del año 1938, por el Papa Pío XI.
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[1] Escrito por P. Davide Carbonaro OMD y traducido por P. Javier González OMD